martes, 16 de febrero de 2016

Una de urbanitas... sin experiencia

Mi lectura, mi reflexión: Movimientos sociales y urbanismo.

Con un poco de temor ante el criterio académico esta vez me voy a permitir escribir en primera persona, esto con un injustificado pretexto de lo que me han provocado las lecturas para esta sesión sobre los movimientos sociales y el urbanismo. (total que ahora lo estoy poniendo para mí y en mi blog).
Desde las lecturas de Jordi Borja (2012) quien discute asuntos relacionados con el derecho a la ciudad, y los problemas que ha desencadenado el desorden capitalista frente a la expansión de la ciudad; de David Harvey (2013) quien hace énfasis sobre el derecho a la ciudad y como el capitalismo ha hecho una influencia negativa sobre la urbanidad y sus ciudadanos, de Patricia Ramírez (2008) que presenta un recuento de autores con análisis sobre problemáticas sociales y mi experiencia de ciudadana tratare de explicar estas reflexiones.
La primera reflexión, parte del hecho de que en más de una ocasión me han llamado “la no urbanista de la clase” por ello quiero empezar por este punto y me pregunto qué se necesita para ser urbanista, entiendo que las bases teóricas sobre planeación, economía, arquitectura, ciudad y estudios urbanos es importantísima, sin embargo, para ese fin estoy en un doctorado sobre estudios urbanos.
Pero como el tiempo apremia y no hay tiempo para la formación (aunque ésta esté en curso), estoy segura de que debe haber algo más, tal vez experiencia en planeación, economía, arquitectura, ciudad o estudios urbanos, sin dudarlo son dimensiones en las que no me he desenvuelto así que no, tampoco cumplo con este criterio.
Ahora bien, debe haber algo más que me ha colocado aquí en este espacio de formación, entiendo (todo a título personal como ya lo he mencionado) que habrá vivencias en mi existir que me han traído hasta este momento de mi vida en donde deseo ser urbanista con la intención de entender los procesos de mi ciudad y poder cooperar, con autoridad por supuesto, a favorecer el contexto social urbano desde mi quehacer de profesional.
Este algo al que me refiero proviene de mí ser ciudadana, concepto que Jordi Borja (2012) y otros autores recuperan como parte fundamental para el ejercicio del derecho a la ciudad, que en ciertos momentos de mi vida he sentido como la utopía de mis días. Con el carácter y la personalidad que me acompañan desde siempre la falta de libertad de pensamiento y actuación han logrado sacar a flote mis ganas de participar en las cuestiones de la ciudad, pero confieso que todo empezó en el ámbito doméstico familiar.
Voy tratando de explicar este rebuscado pensamiento con algunos ejemplos y experiencias de vida. Ser mujer, adolescente/joven, morena, complexión delgada, clase media baja (más baja que media) en Ciudad Juárez no era, no es fácil y dudo bastante que un día lo sea, por lo que en mi juventud temprana vi coartada esta libertad de crecer, de ver, de vivir mi ciudad sin temor, con regaños de mi padre y temores de mi madre, con consejos de las elites universitarias donde todo me llevaba a la condena del espacio doméstico.
Esto me llevo a los primeros ejercicios de pensar (y penar) en y por mis derechos de persona que vive en un país libre, a los 18 años yo quería salir de noche a divertirme con mis amistades a los lugares de moda, pero la ciudad iniciaba una larga carrera de asesinatos y desapariciones de mujeres y con ello los primeros cuestionamientos sobre el derecho a la ciudad libre de violencia, ¿quién puede tener acceso a ello? Una mujer como yo, no.
No es tan sencillo de plasmar en papel este pensamiento, pero ahora entiendo que la falta de seguridad en el espacio público, en las formas de movilidad en la ciudad, el hecho de ser un cuerpo cruzado por categorías de edad, clase, y género tienen una influencia para el ejercicio de estos derechos, pero a mi favor el desarrollo como universitaria que me llevo a entablar diálogos y protocolos de seguridad con mi familia y amistades para protección personal y de las de mi grupo social.
Una vez entablada la relación de comunicación, crecimiento y ganados los votos de confianza existen en mí haber otras formas de ver, vivir y cuestionar la ciudad: la manifestación social una de las favoritas. Este pensamiento lo avivó Borja (2012) cuando menciona lo siguiente:

“Toda revolución es una esperanza, la revolución urbana prometía más libertad, más posibilidades para todos sus habitantes, más adecuación del territorio a sociedades complejas. La disolución de la ciudad aumenta o genera desigualdades y pobreza, se reducen las libertades, aumentan los costes sociales debidos a la segregación y a las distancias-tiempo y se favorece la insolidaridad.” (Borja, 2012:3)

En otra época de mi vida joven, la situación de inseguridad social paso de ser directa a un grupo social y se extendió a las juventudes de la ciudad, con los casos de Darío (manifestante herido por la policía federal en las afueras de ICB/UACJ en 2009), el asesinato de jóvenes en Villas de Salvarcar en 2010, la alza de asesinatos de gente entre 15 y 29 años entre 2008 y 2012, por mencionar algunos casos que ilustren la expansión de la inseguridad.
Estos hechos me llevaron a la calle con la determinante decisión de hacer valer mis derechos, el principal el derecho a la vida (en la ciudad), por lo que fui asistente a varios espacios de manifestaciones colectivas, camine las calles de mi ciudad sin cubrir mi rostro y entonando frases como: “Juárez, Juárez no es cuartel, fuera ejército de él!”; “Estudiemos todo el día para no ser policía”; “Ni una más”; entre otras muchas, pero ¿Qué pasa cuando la revolución urbana no cabe en la ciudad estricta (Borja, 2012)?  
Y ahora me pregunto, como urbanista en formación, si estas actividades de manifestación pueden considerarse participación, participación legitima y no como la que comenta Borja (2012) en El fin de la anticiudad, cuando reflexiona en torno a la ecuación virtuosa que define como un ejercicio de mal entendimiento de conceptos como este y otros tales como la gobernabilidad, la gobernanza, la globalización y la competitividad, que no permite un proceso de urbanización sana debido al mal manejo conceptual y usado sólo en términos discursivos.
Hasta aquí el concepto de ciudadanía, derecho a la ciudad son importantes para la urbanidad saludable, por llamarla de alguna manera, y contienen en sí el disfrute de la libertad como parte fundamental para que sean ejercidos, más específico libertad para la toma de decisiones, la participación y el disfrute de la ciudad, es decir, vivienda, movilidad, seguridad, empleo, entre otros, todo ello en mi experiencia de vida y como ciudadana los viví de manera trasgredida y los noté transgredidos en otras personas, ahora entiendo la parte conceptual.
Avanzó que el tiempo se agota, otra fase de mi vida la maternidad, una categoría que se suma a la experiencia de la ciudad, jamás había notado lo deficiente del transporte público en la ciudad hasta que me encontré circulando en unidades basura que circulan a exceso de velocidad y caen con frecuencia en una cantidad infame de baches, para esto no había y no hay manifestaciones colectivas, ahí sí tuve que levantar la voz de manera individual para proteger a mi entonces recién nacido.
No importa el cuadrante de la ciudad en el que viva, la movilidad a diversas partes de la misma es infame ya sea caminando, o en auto, en bicicleta, en motocicleta, en transporte colectivo o especial, es difícil y complicado ir de compras, al parque, al cine, al teatro, al trabajo o a la escuela lo sé porque también lo he experimentado (salvo la motocicleta).
¿Cómo estas lecturas me han provocado todo este sentimiento?
Estas lecturas recuperan análisis y reflexiones de la ciudad en el plano de lo social, en donde la mirada y conceptualización de la urbanidad es el eje rector para las observaciones presentadas en los textos.
Con énfasis en las miradas con perspectivas de género, que no incluye sólo las situaciones de las mujeres, sino que incluyen una diversidad de actores que viven las condiciones de la ciudad, por ejemplo, las y los jóvenes, la niñez, las mujeres jefas de familia y los grupos de indígenas,  quienes viven de manera diferenciada los cotidianos urbanos.
El derecho a la ciudad, la democracia, la ciudadanía y los modelos económicos son un entramado de conceptos que se analizan en profundidad para tratar de representar las dinámicas de la urbanidad, esas dinámicas que yo vivo en mi cotidiano (aun siendo clase media baja, con serias intenciones a superar la baja).
Procesos sociales de exclusión, pobreza y marginación urbana son producto de la constitución de las ciudades en donde los grupos vulnerables son los representantes principales de los mismos, sin embargo, si fueran centro de las políticas públicas de desarrollo urbano otro escenario menos deplorable existiera.
Con un elemento constante: el capitalismo que empleado como hasta ahora se ha visto, favoreciendo los esfuerzos individuales de los ya capitalistas sólo empobrece y excluye a las masas trabajadoras mal remuneradas y faltas de garantías laborales que permitan el disfrute de la vida digna.
 Ahora mi mirada sobre todo ello es bajo conceptos (que sigo tratando de reflexionar académicamente), no diferente porque no he cruzado la línea, sigo siendo ciudadana de a pie, y no urbanista, que vive la ciudad, que se manifiesta porque es la forma en la que entiendo la ciudad y con ganas de cooperar a favor de la urbanidad que a mí me gusta llamar saludable, vigorosa.
En conclusión, aún no sé lo que se necesita para ser urbanista, pero veo en estas lecturas parte de mis vivencias urbanas, con un dolor que la academia no entiende y no entenderá, trabajó en mi formación porque necesito entender el contexto urbano actual, porque la manifestación y los movimientos sociales son constantes pero no suficientes.
Debe haber algo más que como ciudadana pueda hacer para transformar esta realidad que es violenta para los grupos sociales a los que he pertenecido, pertenezco y perteneceré y que la ciudad y sus procesos de urbanización a través de los modelos capitalistas y neoliberales mantienen en situaciones que nos distancian del pleno ejercicio del derecho a la ciudad.
Referencias consultadas
Borja, J. (2012). Fin de la anticiudad postmodernista y derecho a la ciudad. Barcelona: Icaria.
Borja, J. (2012). Revolución urbana y derechos ciudadanos: claves para interpretar las contradicciones de la ciudad actual. (Tesis doctoral inédita). Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona.
Carrión Mena, F. (2010). Ciudad, memoria y proyecto. Quito: OLACCHI.
Cordera, R., Ramírez Kuri, P., Ziccardi, (2008). Pobreza, desigualdad y exclusión social en la ciudad del Siglo XXI. México: Siglo XXI.
Harvey, D. (2013). Ciudades rebeldes Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. España: Akal.





lunes, 1 de febrero de 2016

ay dispense mi corazón...


Aquí voy educándome para recuperar mis letras, para sanar mi sentimiento, mi pensamiento, busco música que me ayude a traducir las emociones, voy saliendo de a poco de este trance maldito que me provocaron los brindis de mirada directa, aquí voy volviendo a nacer a raíz del complejo B, sanando al cuerpo, y perdonando a mi corazón por haberme traicionado una vez más.
Aquí voy aceptando que a veces perdiendo se gana, vuelvo a mis bases, a mis letras, a mi libertad de ser y pensar sin miedo a las intromisiones de tu mirada verde.