Mi lectura, mi reflexión: Movimientos sociales y urbanismo.
Con un poco de temor ante el criterio académico esta vez me
voy a permitir escribir en primera persona, esto con un injustificado pretexto
de lo que me han provocado las lecturas para esta sesión sobre los movimientos
sociales y el urbanismo. (total que ahora lo estoy poniendo para mí y en mi blog).
Desde las lecturas de Jordi Borja (2012) quien discute asuntos
relacionados con el derecho a la ciudad, y los problemas que ha desencadenado
el desorden capitalista frente a la expansión de la ciudad; de David Harvey
(2013) quien hace énfasis sobre el derecho a la ciudad y como el capitalismo ha
hecho una influencia negativa sobre la urbanidad y sus ciudadanos, de Patricia
Ramírez (2008) que presenta un recuento de autores con análisis sobre
problemáticas sociales y mi experiencia de ciudadana tratare de explicar estas
reflexiones.
La primera reflexión, parte del hecho de que en más de una
ocasión me han llamado “la no urbanista de la clase” por ello quiero empezar
por este punto y me pregunto qué se necesita para ser urbanista, entiendo que
las bases teóricas sobre planeación, economía, arquitectura, ciudad y estudios
urbanos es importantísima, sin embargo, para ese fin estoy en un doctorado
sobre estudios urbanos.
Pero como el tiempo apremia y no hay tiempo para la
formación (aunque ésta esté en curso), estoy segura de que debe haber algo más,
tal vez experiencia en planeación, economía, arquitectura, ciudad o estudios
urbanos, sin dudarlo son dimensiones en las que no me he desenvuelto así que
no, tampoco cumplo con este criterio.
Ahora bien, debe haber algo más que me ha colocado aquí en
este espacio de formación, entiendo (todo a título personal como ya lo he
mencionado) que habrá vivencias en mi existir que me han traído hasta este
momento de mi vida en donde deseo ser urbanista con la intención de entender
los procesos de mi ciudad y poder cooperar, con autoridad por supuesto, a
favorecer el contexto social urbano desde mi quehacer de profesional.
Este algo al que me refiero proviene de mí ser ciudadana,
concepto que Jordi Borja (2012) y otros autores recuperan como parte
fundamental para el ejercicio del derecho a la ciudad, que en ciertos momentos
de mi vida he sentido como la utopía de mis días. Con el carácter y la
personalidad que me acompañan desde siempre la falta de libertad de pensamiento
y actuación han logrado sacar a flote mis ganas de participar en las cuestiones
de la ciudad, pero confieso que todo empezó en el ámbito doméstico familiar.
Voy tratando de explicar este rebuscado pensamiento con
algunos ejemplos y experiencias de vida. Ser mujer, adolescente/joven, morena,
complexión delgada, clase media baja (más baja que media) en Ciudad Juárez no
era, no es fácil y dudo bastante que un día lo sea, por lo que en mi juventud
temprana vi coartada esta libertad de crecer, de ver, de vivir mi ciudad sin
temor, con regaños de mi padre y temores de mi madre, con consejos de las
elites universitarias donde todo me llevaba a la condena del espacio doméstico.
Esto me llevo a los primeros ejercicios de pensar (y penar)
en y por mis derechos de persona que vive en un país libre, a los 18 años yo
quería salir de noche a divertirme con mis amistades a los lugares de moda,
pero la ciudad iniciaba una larga carrera de asesinatos y desapariciones de
mujeres y con ello los primeros cuestionamientos sobre el derecho a la ciudad
libre de violencia, ¿quién puede tener acceso a ello? Una mujer como yo, no.
No es tan sencillo de plasmar en papel este pensamiento,
pero ahora entiendo que la falta de seguridad en el espacio público, en las
formas de movilidad en la ciudad, el hecho de ser un cuerpo cruzado por
categorías de edad, clase, y género tienen una influencia para el ejercicio de
estos derechos, pero a mi favor el desarrollo como universitaria que me llevo a
entablar diálogos y protocolos de seguridad con mi familia y amistades para
protección personal y de las de mi grupo social.
Una vez entablada la relación de comunicación, crecimiento
y ganados los votos de confianza existen en mí haber otras formas de ver, vivir
y cuestionar la ciudad: la manifestación social una de las favoritas. Este
pensamiento lo avivó Borja (2012) cuando menciona lo siguiente:
“Toda revolución es una esperanza, la
revolución urbana prometía más libertad, más posibilidades para todos sus
habitantes, más adecuación del territorio a sociedades complejas. La disolución
de la ciudad aumenta o genera desigualdades y pobreza, se reducen las
libertades, aumentan los costes sociales debidos a la segregación y a las
distancias-tiempo y se favorece la insolidaridad.” (Borja, 2012:3)
En otra época de mi vida joven, la situación de inseguridad
social paso de ser directa a un grupo social y se extendió a las juventudes de
la ciudad, con los casos de Darío (manifestante herido por la policía federal
en las afueras de ICB/UACJ en 2009), el asesinato de jóvenes en Villas de
Salvarcar en 2010, la alza de asesinatos de gente entre 15 y 29 años entre 2008
y 2012, por mencionar algunos casos que ilustren la expansión de la
inseguridad.
Estos
hechos me llevaron a la calle con la determinante decisión de hacer valer mis
derechos, el principal el derecho a la vida (en la ciudad), por lo que fui
asistente a varios espacios de manifestaciones colectivas, camine las calles de
mi ciudad sin cubrir mi rostro y entonando frases como: “Juárez, Juárez no es
cuartel, fuera ejército de él!”; “Estudiemos todo el día para no ser policía”;
“Ni una más”; entre otras muchas, pero ¿Qué pasa cuando la revolución urbana no
cabe en la ciudad estricta (Borja, 2012)?
Y ahora me pregunto, como urbanista en formación, si estas
actividades de manifestación pueden considerarse participación, participación
legitima y no como la que comenta Borja (2012) en El fin de la anticiudad, cuando reflexiona en torno a la ecuación
virtuosa que define como un ejercicio de mal entendimiento de conceptos como
este y otros tales como la gobernabilidad, la gobernanza, la globalización y la
competitividad, que no permite un proceso de urbanización sana debido al mal
manejo conceptual y usado sólo en términos discursivos.
Hasta aquí el concepto de ciudadanía, derecho a la ciudad
son importantes para la urbanidad saludable, por llamarla de alguna manera, y
contienen en sí el disfrute de la libertad como parte fundamental para que sean
ejercidos, más específico libertad para la toma de decisiones, la participación
y el disfrute de la ciudad, es decir, vivienda, movilidad, seguridad, empleo,
entre otros, todo ello en mi experiencia de vida y como ciudadana los viví de
manera trasgredida y los noté transgredidos en otras personas, ahora entiendo
la parte conceptual.
Avanzó que el tiempo se agota, otra fase de mi vida la
maternidad, una categoría que se suma a la experiencia de la ciudad, jamás
había notado lo deficiente del transporte público en la ciudad hasta que me
encontré circulando en unidades basura que circulan a exceso de velocidad y
caen con frecuencia en una cantidad infame de baches, para esto no había y no
hay manifestaciones colectivas, ahí sí tuve que levantar la voz de manera
individual para proteger a mi entonces recién nacido.
No importa el cuadrante de la ciudad en el que viva, la
movilidad a diversas partes de la misma es infame ya sea caminando, o en auto,
en bicicleta, en motocicleta, en transporte colectivo o especial, es difícil y
complicado ir de compras, al parque, al cine, al teatro, al trabajo o a la
escuela lo sé porque también lo he experimentado (salvo la motocicleta).
¿Cómo estas lecturas me han provocado todo este
sentimiento?
Estas lecturas recuperan análisis y reflexiones de la
ciudad en el plano de lo social, en donde la mirada y conceptualización de la
urbanidad es el eje rector para las observaciones presentadas en los textos.
Con énfasis en las miradas con perspectivas de género, que
no incluye sólo las situaciones de las mujeres, sino que incluyen una
diversidad de actores que viven las condiciones de la ciudad, por ejemplo, las
y los jóvenes, la niñez, las mujeres jefas de familia y los grupos de
indígenas, quienes viven de manera
diferenciada los cotidianos urbanos.
El derecho a la ciudad, la democracia, la ciudadanía y los
modelos económicos son un entramado de conceptos que se analizan en profundidad
para tratar de representar las dinámicas de la urbanidad, esas dinámicas que yo
vivo en mi cotidiano (aun siendo clase media baja, con serias intenciones a
superar la baja).
Procesos sociales de exclusión, pobreza y marginación
urbana son producto de la constitución de las ciudades en donde los grupos
vulnerables son los representantes principales de los mismos, sin embargo, si
fueran centro de las políticas públicas de desarrollo urbano otro escenario
menos deplorable existiera.
Con un elemento constante: el capitalismo que empleado como
hasta ahora se ha visto, favoreciendo los esfuerzos individuales de los ya
capitalistas sólo empobrece y excluye a las masas trabajadoras mal remuneradas
y faltas de garantías laborales que permitan el disfrute de la vida digna.
Ahora mi mirada
sobre todo ello es bajo conceptos (que sigo tratando de reflexionar
académicamente), no diferente porque no he cruzado la línea, sigo siendo
ciudadana de a pie, y no urbanista, que vive la ciudad, que se manifiesta
porque es la forma en la que entiendo la ciudad y con ganas de cooperar a favor
de la urbanidad que a mí me gusta llamar saludable, vigorosa.
En conclusión, aún no sé lo que se necesita para ser
urbanista, pero veo en estas lecturas parte de mis vivencias urbanas, con un
dolor que la academia no entiende y no entenderá, trabajó en mi formación
porque necesito entender el contexto urbano actual, porque la manifestación y
los movimientos sociales son constantes pero no suficientes.
Debe haber algo más que como ciudadana pueda hacer para
transformar esta realidad que es violenta para los grupos sociales a los que he
pertenecido, pertenezco y perteneceré y que la ciudad y sus procesos de
urbanización a través de los modelos capitalistas y neoliberales mantienen en
situaciones que nos distancian del pleno ejercicio del derecho a la ciudad.
Referencias consultadas
Borja, J. (2012). Fin de la anticiudad
postmodernista y derecho a la ciudad. Barcelona: Icaria.
Borja, J. (2012). Revolución urbana y derechos ciudadanos: claves para interpretar las
contradicciones de la ciudad actual. (Tesis doctoral inédita). Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona.
Carrión Mena, F. (2010). Ciudad, memoria y
proyecto. Quito: OLACCHI.
Cordera, R., Ramírez Kuri, P., Ziccardi, (2008). Pobreza, desigualdad y exclusión social en
la ciudad del Siglo XXI. México: Siglo XXI.
Harvey, D. (2013). Ciudades rebeldes Del
derecho de la ciudad a la revolución urbana.
España: Akal.
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