viernes, 5 de junio de 2009

La impunidad en Ciudad Juárez en su máxima expresión.


Estoy sentada frente a la alberca del hotel, es una mañana fresca y el día parece que será de clima cálido, los chanates cantan, mientras otros pajaritos vuelan bajo y toman agua de la piscina. Es fabuloso el espectáculo, hoy me siento bien pero me siento mal.
Este que día podría ser uno de los más bonitos de mi vida, (porque tengo una familia que me espera en casa, tengo el amor de mi esposo y las sonrisas de mis hijos) pero está opacado por la desesperanza de un mundo sano. Estoy aquí en Jiménez en un diplomado sobre redes sociales, una formación que he decidido tomar en mis manos, una educación por la que algunos (as) se preocupan por atender. Para mí este podría haber sido uno de los días más bellos.
Sin embargo, estoy triste. La razón: me duele mi Ciudad Juárez y los acontecimientos que en ella se dan. La llamo mía porque he nacido en esa tierra, la llamo mía porque ahí forme a mi familia, la llamo mía porque ahí están mis mejores amigos y amigas, la llamo mía porque yo trabajo por ella, la llamo mía porque ha sido amable conmigo, me ha formado en lo que ahora soy hecho que me gusta, la llamo mía porque en ella descansan personas amadas que se adelantaron en el camino.
Ayer estando aquí en Jiménez, acompañada por dos personas maravillosas que me acompañan en este viaje de trabajo, (mientras pagaba en la tienda un short que la haría de traje de baño, pues el agua de la piscina nos invitaba a la diversión un rato después de trabajar la sesión de hoy) me llegó un mensaje a mi celular, que decía: “me acaban de avisar que mataron a Manuel Arroyo, ¿sabes algo?”
La noticia me paralizó y me lleve la mano a la boca que se había quedado sin aliento, mis amigos se asustaron y me hicieron una pregunta: “¿Qué paso?” y eso es lo que yo quisiera saber, ¿Qué paso? Como pude respondí. El hecho resulto impactante, era nuestro facilitador de conocimiento (para respetar la tendencia constructivista que él tenía), es decir, fue el titular en una de nuestras clases de maestría. Salimos de la tienda, en silencio, sorprendidos de lo que estaba pasando, tristes. No lloramos.
Muchas cosas llegan a mi mente en esta que podría ser una bonita mañana para mí, pues no me falta nada, en apariencia. Sin embargo, no lo es, porque sé que alguien está sufriendo por esta perdida, Manuelito es un niño y se ha quedado sin su padre. Perder a las personas que amamos, que queremos, que tienen algún nexo sentimental con nosotros, es triste. Que haya más de dos mil familias, sólo en Ciudad Juárez, que han padecido la desaparición o asesinato de sus hombres y mujeres, es simplemente horrible, desgarrador.
No importa quienes hayan sido estas personas que han perecido en manos de criminales, lo que importa es que sus muertes, están en la total impunidad. Característica espantosa del delito en mi Ciudad Juárez, donde las autoridades no competentes, han dejado que la situación se les vaya de las manos, que no responden al llamado de su pueblo, que no respetan a su gente, que no tienen conciencia, que no conocen la ética, y que lejos, muy lejos están de saber cómo acabar con esta ola de violencia que aqueja a mi ciudad.

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